A lo largo de la historia, los líderes de la iglesia se han reuinido para resolver cuestiones doctrinales. De hecho se reconocen siete concilios en la primera parte de la historia de la Iglesia, en especial los concilios de Nicea en el 325 d.C. y Calcedonia en el 451 d.C.
Sin embargo, para los grandes eruditos de la Palabra de Dios, el concilio más importante fue el primero, porque estableció la respuesta a la pregunta doctrinal más importante: «¿Qué debe hacer el hombre para ser salvo?», para resolver esta important pregunta tuvo lugar el Concilio de Jerusalén.
El Concilio de Jerusalén fue una reunión entre el 48 y el 50 d.C. donde se debatió si los gentiles (no judíos) para ser salvos debían seguir las costumbres judías, para lo cual se concluyó que no eran necesarias y que debían de abstenerse solo de algunas cosas.
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Contexto previo al Concilio de Jerusalén
Para entender el motivo por el cual fue necesario el Concilio de Jerusalén, debemos entender el contexto de los sucesos previos, por tanto, veamos la situación.
Una duda y controversia surgió entre algunos que llegaron a Antioquía desde Judea, esta duda era referente a si los gentiles, al convertirse al cristianismo, tendrían que adoptar algunas de las antiguas prácticas de la Ley mosaica para ser salvos, incluyendo el ser circuncidados.
Entonces, en ese momento se encontraba Pablo y Bernabé en Antioquía, los cuales acababan de llegar de su primer viaje misionero. Al escuchar esta afirmación, los dos apóstoles tuvieron una gran discusión con este grupo de cristianos judaizantes (Hechos 15:2); y al no llegar a un acuerdo, decidieron viajar a Jerusalén para resolver este asunto junto con todos los apóstoles.
Algunos cristianos de origen judío entendían que los gentiles que se convertían a Cristo también debían circuncidarse. De hecho, una parte de los hermanos de la iglesia de Jerusalén que estaba formada por cristianos de la secta farisea (Hechos 15:5), también exigían que los gentiles para ser salvos debían circuncidarse.
En aquel momento de la iglesia primitiva, a la secta de los fariseos les resultaba realmente difícil comprender el alcance y la profundidad del nuevo compromiso que Cristo estaba fomentando con su pueblo. Seguían anclados en sus tradiciones y preceptos, que les habían enseñado desde pequeños.
Es así, como Pablo y Bernábe viajan a Jerusalén para tratar este importante asunto con los apóstoles; debido a que al ser circuncidados los gentiles convertidos a Cristo, también estarían obligados a guardar todo el carácter ceremonial de la Ley, es decir, la Iglesia del Señor estaba en riesgo de convertirse en un judaísmo modificado y legalista.
El carácter liberador y transformador del Evangelio del Señor Jesucristo estaba en peligro de verse oscurecido por la multitud de rituales y preceptos religiosos que trataban con la carne, y no con el Espíritu.
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Reunión de los apóstoles y ancianos en el Concilio de Jerusalén
Pablo y Bernabé ganaban muchas almas, la Iglesia crecía, no había ningún impedimento para que un no judío, es decir, un gentil, creyera, aceptara a Cristo, se bautizara y comenzara a vivir en medio de la Iglesia.
El problema surgió cuando algunos fariseos, celosos de la Ley de Moisés, quisieron imponer el cumplimiento de la Ley a los nuevos conversos. Pablo y Bernabé se opusieron formal y decididamente, exponiendo que el evangelio de Jesús no era una continuación del judaísmo.
Entonces, se reunieron los apóstoles y los ancianos de Jerusalén para tomar una decisión sobre este importante asunto y hubo un gran debate y discusión (Hechos 15:7) y varios discursos.
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El discurso del Apóstol Pedro en el Concilio de Jerusalén
El apóstol Pedro fue el hombre utilizado por Dios por primera vez para anunciar el evangelio a los gentiles, tal como ocurrió en la casa de Cornelio en Hechos 10:34.
Pedro observó que el hecho de que fueran gentiles no suponía ninguna diferencia; el Señor había purificado sus corazones por la fe. Dado que Dios había aceptado a los gentiles sobre la base de la fe, y no sobre la base de guardar la ley.
Pedro entonces preguntó en su discurso a los presentes: ¿Por qué poner a los gentiles bajo el yugo de la ley, «un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar»? La ley nunca había salvado a nadie. La ley revela el pecado, pero no salva del pecado. De esta forma, Pedro cierra su participación de forma categórica y definitiva.
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El testimonio de Pablo y Bernabé en el Concilio de Jerusalén
Terminado el discurso del apóstol Pedro, la multitud guardó silencio y Pablo y Bernabé comenzaron a dar testimonio (Hechos 15:12), llenos de poder y autoridad, y explicaron lo que Cristo había hecho por medio de ellos, a los gentiles.
Señales, maravillas y milagros fueron hechos por el Espíritu Santo a través de ellos y nunca predicaron costumbres o tradiciones judías, ni siquiera enseñaron la Ley Mosaica a los gentiles. Para Pablo, especialmente, la adición de la Ley no sólo era innecesaria, sino también perjudicial y contraria a la Gracia.
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El discurso de Jacobo líder de la Iglesia de Jerusalén en el Concilio
Finalmente Jacobo o también llamado Santiago (Hechos 15:13-21), el piadoso hermano de Jesús según el linaje materno, probablemente convertido después de ver a Jesús resucitado, había llegado a ser reconocido entre los hermanos como un servidor prudente y diligente, era el líder de la Iglesia en Jerusalén, aún por encima del propio apóstol Pedro.
Algo muy relevante ya que no era uno de los doce elegidos por Jesús, sin embargo, era considerado el más capaz entre ellos y era el coordinador del Concilio.
Santiago, dio el tercer y último discurso en defensa de la salvación solo por la fe. Como líder que era, se esperaba que tuviera la última palabra sobre el asunto. Su sabiduría y celo le llevaron a corroborar la posición defendida por los apóstoles Pedro, Pablo y Bernábé.
La inclusión de los gentiles fue algo anunciado por los profetas. La cita de Amós 9:11-12 sólo indica uno de los muchos pasajes del Antiguo Testamento que preveían la salvación de los gentiles desde el Antiguo Testamento (Génesis 22:18; Salmos 22:27; Isaías 9:2; 42:4; 45:22; 49:6; 60:3; Daniel 7:14, etc.).
Una vez terminados los debates, los apóstoles decidieron enviar una carta a las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia, por medio de Pablo, Bernabé, Judas y Silas, explicando las resoluciones tomadas en el Concilio de Jerusalén.
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Carta Apostólica del Concilio de Jerusalén a los gentiles creyentes
En consecuencia, y gracias a la ayuda del Espíritu Santo, el concilio decidió redactar una carta apostólica que se envió a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, donde principalmente se expresaba que habían llegado a un acuerdo respecto a la inquietud que tenían sobre la salvación.
En aquella carta se especificó que aquellos que perturbaban las almas de los gentiles creyentes y les obligaban a circuncidarse y guardar la ley habían salido de la iglesia de Jerusalén, pero lo habían hecho sin ninguna orden o instrucción de parte de ellos y por tal motivo con la carta afirmarían realmente las cosas, imponiendo las cargas verdaderamente necesarias.
Conclusiones sobre el Concilio de Jerusalén
La carta es muy clara al especificar las cargar estrictamente necesarias que debía llevar un creyente gentil, en dicha carta incluso no se menciona nada sobre guardar el sábado o día de reposo.
Las cuatro solicitudes del concilio a los gentiles creyentes en Hechos 15:29 para que vivieron en bendición y en el amor del Señor fueron:
1. Abstenerse de cosas sacrificadas a los ídolos. Este solicitud es referente a las restricciones relacionadas con los alimentos sacrificados a los ídolos, los cuales no deben ser consumidos por los creyentes, también encontramos esta solicitud en las cartas de Pablo. (Romanos 14:13-16; 1 Corintios 8:7-15; 10:23-33).
2. Abstenerse de sangre. La prohibición de alimentarse con sangre está prevista en la ley de Moisés (Levítico 3:17). Sin embargo, los gentiles lo utilizaban como comida o bebida, por tanto, debido a que de la sangre viene la vida, el Señor manda a que nos abstengamos de ella.
3. Abstención de carne asfixiada. De la misma manera que el abstenerse de la sangre, el abstenerse de ahogado también esta la ley de Moisés (Génesis 9:5;17:10-16; Deuteronomio 12:16, 23-25). Así, los creyentes deben evitar el consumo de este tipo de carnes.
4. Abstención de la fornicación. El nivel moral de los gentiles, era muy inferior al de los judíos, así que una de las instrucciones es que los creyentes gentiles se guardaran de este terrible pecado. Leer más: ¿Qué es la fornicación?
Te recomendamos el siguiente video para profundizar más sobre el concilio de Jerusalén.
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