Amar a Dios sobre todas las cosas significa poner a Dios en primer lugar en nuestra vida y dejar que su amor guíe y oriente todas nuestras acciones y decisiones. Este amor a Dios debe ser evidente en todas las áreas de nuestra vida y no implica despreciar a otras personas.
Una de las preguntas que el cristiano puede hacerse es ¿cómo saber si amo a Dios?, para lo cual vamos a necesitar la Biblia para responder adecuadamente y bajo fundamentos biblícos, así que, acompáñanos en la lectura de este artículo para conocer la respuesta.
Jesús fue muy claro al decir, que el primer y principal mandamiento es amar a Dios por encima de todas las cosas, lo cual implica que debemos analizar que son «todas las cosas» para poder identificar así, si mi amor por Dios es verdaderamente genuino o tiene un interés.
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Contenido
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón
Según la enseñanza del Señor Jesús, amar a Dios sobre todas las cosas es el principal de todos los mandamientos. Citando el pasaje del Deuteronomio conocido en la tradición hebrea como el Shema, dice: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es un solo Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Marcos 12:29-30; Mateo 22:37).
La tradición judía identifica 613 mandamientos contenidos en el Pentateuco. En la época de Jesús, los rabinos se enzarzaban constantemente en discusiones legalistas sobre la interpretación y la observancia de estos mandamientos.
También consideraron que entre los 613 mandamientos, 248 eran afirmativos y 365 negativos. Pero Jesús sintetizó toda la Ley señalando el amor; que debe dirigirse primero a Dios y luego al ser humano.
Por eso, en primer lugar, debemos amar a Dios sobre todas las cosas; y luego, reflejando aún este amor a Dios, debemos amar también a nuestros semejantes.
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Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente
De hecho, la frase «amar a Dios sobre todas las cosas» no aparece exactamente así en la Escritura. Pero, obviamente, es una designación apropiada de la enseñanza bíblica sobre cómo debemos amar al Señor.
Esto es evidente en el mandamiento de que debemos amar a nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas.
¿Qué significa amar a Dios con todo el corazón?
El teólogo del Nuevo Testamento W. Hendriksen explica que el corazón es la sede de lo que impulsa la existencia humana; es la fuente de todos los pensamientos, palabras y acciones.
Por tanto, cuando estamos felices, podemos agradecer a Dios; cuando estamos tristes podemos buscar consuelo en Dios, cuando sentimos ansiedad, podemos confiar en Dios.
Es decir, que amar a Dios con todo el corazón significa amarlo por encima de todas las cosas y desear hacer lo que Él desea (Salmo 40:8).
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¿Qué significa amar a Dios con toda el alma y con toda la mente?
El alma se refiere a lo que implica las actividades emocionales del ser humano. La mente, a su vez, no sólo es el centro de la vida intelectual del hombre, sino también de sus disposiciones y actitudes.
Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, encontramos nuestra identidad en Dios. Nos preocupamos por ser alguien que agrada a Dios. ¡La opinión de Dios sobre nosotros es más importante que la opinión de cualquier otra persona!
Podemos ser creativos al mostrar nuestro amor por Dios. ¡Cada persona es única y puede mostrar su amor de una manera única! Amar a Dios sobre todas las cosas es usar nuestros talentos de una manera que agrada a Dios.
Ama a Dios con todas tus fuerzas
En cuanto a la fuerza, podemos decir que es el vigor que lleva todas estas cosas al nivel de la experiencia.
Pero no es necesario que distingamos estos cuatro elementos como funciones humanas distintas y delimitadas. En efecto, la enseñanza bíblica no pretende dividir al hombre en cuatro partes específicas (corazón, alma, entendimiento y fuerza), sino simplemente indicar que todo el ser del hombre debe estar implicado en el amor hacia Dios.
Como completa W. Hendriksen, el significado de todas estas referencias es que el hombre debe amar a Dios con todas las facultades que el Señor le ha dado; y debe hacerlo completamente. Por eso el salmista escribe: «Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre.» (Salmo 103:1).
En otras palabras, cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, no hay un solo aspecto de nuestra persona que no esté completamente comprometido con ese amor. Observemos que al hablar del ejercicio de este amor, Jesús repite cuatro veces la palabra «todo»; todo corazón, toda alma, todo entendimiento y toda fuerza.
Por lo tanto, amar a Dios sobre todas las cosas requiere una entrega total; requiere una entrega completa de todo lo que somos y todo lo que poseemos. En nuestro amor hacia Dios no debe haber lugar para ninguna duda.
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¿Cómo podemos amar a Dios por sobre todas las cosas?
Hemos visto que amar a Dios sobre todas las cosas significa consagrarse totalmente a Él. Pero, ¿cómo podemos amar a Dios de esta manera?
En primer lugar, la Biblia es muy clara al decir que, a causa del pecado, la inclinación natural del corazón del hombre hacia Dios no es el amor sino el odio. El apóstol Pablo escribe que por naturaleza los hombres son hijos de la ira, hijos de la desobediencia, son enemigos de Dios (Efesios 2:2,3).
Pero la buena noticia es que Dios, «que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en delitos, nos dio vida junto con Cristo» (Efesios 2:4-5).
Así que somos salvos por la gracia mediante la fe; y el resultado de esto es que, aunque antes éramos enemigos de Dios, ahora somos «hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios preparó para que anduviéramos en ellas» (Efesios 2:8-10).
Esto significa que el hombre solo puede amar a Dios por encima de todas las cosas gracias a la obra vivificadora realizada en él a través de Cristo por el poder del Espíritu Santo. Así que amar a Dios es también una bendición que fluye de la salvación; es un privilegio que fluye de la propia gracia de Dios.
El apóstol Juan no deja ninguna duda al respecto. Escribe: «Le amamos porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19). Por lo tanto, nuestro amor por Dios fluye del propio amor de Dios por nosotros.
En segundo lugar, demostramos este amor hacia Dios cuando vivimos en conformidad con su voluntad revelada en la Escritura. Recuerda las palabras de Jesús: «Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.» (Juan 14:15)
En tercer lugar, amar a Dios sobre todas las cosas no debe ser nunca un motivo de jactancia para el hombre. Ya hemos visto que la fuente de nuestro amor hacia Dios está en Dios mismo con la manifestación de su gracia; no en nosotros mismos. No debemos caer en el error de los fariseos, que hacían de su devoción un espectáculo para autojustificarse.
El gran objeto de nuestro amor a Dios sobre todas las cosas debe ser siempre la gloria de Dios. Dios debe ser glorificado en la forma en que lo amamos; y su gracia debe ser alabada y su nombre exaltado en la forma en que nos comprometemos con él.
Si quieres saber mas de cómo amar a Dios por sobre todas las cosas, te inviamos a ver el siguiente video.
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