La parábola de los dos hijos es una parábola de Jesús escrita solamente en el evangelio de Mateo (Mateo 21:28-32). Aunque es una de las parábolas más cortas, tiene una enseñanza muy importante para todos los cristianos.
En este artículo estudiaremos y explicaremos el significado de la parábola de los dos hijos. Así que, acompáñanos en la lectura para resolver todas tus dudas sobre esta parábola.
La parábola de los dos hijos presenta a un hijo que hizo la voluntad de su Padre y el otro no. El significado es que nuestros hechos son mejor que nuestras palabras, un hijo dijo «No quiero ir», pero después fue. El segundo dijo «Voy, Señor», y no fue.
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Contexto de la parábola de los dos hijos
Para hablar del significado de la parábola de los dos hijos, primero es importante entender lo que precede a la narración de Jesús. Antes de que el Señor declarara esta parábola, son descritos algunos acontecimientos importantes en el capítulo 21 de mateo, desde la Entrada Triunfal hasta la limpieza del Templo.
Teniendo en cuenta este contexto, observamos en el versículo 23 que los sumos sacerdotes y los miembros del Sanedrín desafían la autoridad de Jesús.
Por supuesto, con todo lo que había ocurrido anteriormente, especialmente en relación con la limpieza del Templo, los líderes judíos no estaban nada contentos. Así que fueron a interrogar a Jesús preguntándole con qué autoridad había hecho esto.
Su objetivo era buscar una manera de comprometer al Señor. Pero con gran sabiduría, Jesús dijo que también les haría una pregunta. Si respondían a esa pregunta, entonces Jesús también respondería a lo que le habían preguntado. La pregunta de Jesús fue la siguiente:
El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de la tierra? (Mateo 21:25). La pregunta fue terrible para esos hombres, los cuales se quedaron sin salida. No pudieron responder ni con un Sí ni con un No. Ellos pensaron:
Si respondemos: «Del cielo», nos dirá: «Entonces, ¿por qué no le creyeron?» Pero, si decimos: «De la tierra»… tememos al pueblo, porque todos consideran que Juan era un profeta (Mateo 21:25-26). Así que usaron la mentira para tratar de salir del apuro en el que los había metido Jesús. Y respondieron «no sabemos».
Una vez, conocida la respuesta del grupo religioso, el Señor Jesús dijo: «Pues yo tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto.»
Inmediatamente después Jesús condenó sabiamente ese comportamiento hipócrita. Y su exhortación llegó a través de la parábola de los dos hijos.
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¿Qué significa la parábola de los dos hijos?
El significado de la parábola de los dos hijos esta estrictamente relacionado con el hacer y el decir. Así, el Señor quería enseñar que hacer es mejor que decir (Santiago 1:22). Por tanto, el grupo de personas que hace la voluntad de Dios es el que la hace y no el que la dice.
De esta forma, los dos hijos y su comportamiento representan dos grupos de personas. El primer hijo que inicialmente dijo «No» a su padre, luego se arrepintió y fue a trabajar en su viña (el pueblo del Señor), esto representa a los publicanos y prostitutas (hombres y mujeres pecadores).
Estas personas eran consideradas indignas por los judíos. Pero aunque con su forma de vida pecadora y malvada rechazaron inicialmente al Señor y Sus mandamientos, posteriormente se arrepintieron y reconciliaron con Dios y empezaron a hacer Su voluntad.
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Por otro lado, el otro grupo de personas, los judíos religiosos actuaron como el segundo hijo. Los cuales con apariencia de piedad (2 Timoteo 3:5) acordaron seguir la Palabra de Dios, sin embargo, no hicieron la voluntad de su Padre, sino la suya propia.
El Señor Jesús aclara que aquellos pecadores despreciados, iban camino al Reino de Dios, es decir al Milenio, sin embargo, los que insistían en mantener una imagen aparentemente irreprensible realmente vivían una vida corrupta y depravada.
Estos últimos decían obedecer a Dios, pero no lo hacían. Su falso «Sí» solamente era de dientes para afuera, pero en su vida intima no estaban interesados en hacer la voluntad de Dios. El «No» espontáneo de los pecadores rechazados, en cambio, fue el comienzo de un «Sí» de arrepentimiento.
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¿Qué podemos aprender de la parábola de los dos hijos?
De la parábola de los dos hijos podemos aprender muchas cosas, en este artículo deseamos destacar:
La única forma de tener vida en Dios, es a través del arrepentimiento. La parábola de los dos hijos muestra la necesidad de una verdadera conversión. El arrepentimiento es más importante que cualquier apariencia. Las apariencias engañan, así cualquier religiosidad y cualquier buena intención queda reducida a nada si realmente no hay una nueva vida en Cristo.
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Hacer la voluntad de Dios es el resultado de una vida regenerada y de santificación diaria. Aunque muchas veces como hijos de Dios decimos «No», de manera inexplicable, el Señor va obrando en nuestra vida hasta que muchos cristianos dicen «Sí». La obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, es el que nos convence de decirle «Sí» al Señor y «No» al mundo.
Dios solamente tiene para el hombre una condición: la de pecador. Cuando Jesús usó como ejemplo a los publicanos y las rameras, dos clases de personas rechazadas por la sociedad de la época, y las puso por encima de las personas más influyentes, demostró una vez más que el Señor observa el corazón (1 Samuel 16:7).
Todo hombre tiene la condición de pecador, desde el más importante hasta el más rechazado por la sociedad. La buena noticia es que la sangre de Jesús es poderosa para redimir al peor de los hombres.
Los hechos son más importante que las palabras. El Señor no puede ser engañado. Muchos creen que por su palabrería y apariencias recibirán el favor de Dios, sin embargo, ante Dios se caen todas las máscaras. El Señor sabe como es nuestro rostro detrás del maquillaje. Él conoce nuestro corazón y juzga nuestras verdaderas intenciones.
Podemos engañar a la gente con palabras bonitas, incluso con sermones y alabanzas increíbles o con oraciones elocuentes. Pero Dios sabe si hay sinceridad o falsedad.
Según esta parábola el cristiano es llamado a examinar sus actitudes. Debemos tener cuidado con nuestro compromiso, porque en muchas ocasiones nos parecemos más en la actitud a los fariseos que a los publicanos.
En cualquier caso, los cristianos somos el uno o el otro. O somos el primer hijo o seremos inevitablemente el segundo. La parábola de los dos hijos deja muy clara esta advertencia.
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