Simeón y Ana son dos personas citadas en el Nuevo Testamento que vieron al Señor Jesucristo durante sus primeros días de vida en la tierra, cuando sus padres lo llevaron para presentarlo en el Templo. Según la Biblia, ambos reconocieron al niño Jesús como el Redentor anunciado por las Escrituras.
Simeón y Ana sólo se mencionan en la Biblia en el Evangelio de San Lucas (Lucas 2). Este detalle es importante para que el lector de la Biblia no confunda a Simeón y Ana con otras personas que aparecen en la Biblia, específicamente en el Antigo Testamento; estos personajes muy conocidos son: Simeón, hijo de Jacob, y Ana, madre del profeta Samuel.
La historia de Simeón
Simeón era un judío temeroso de Dios que vivía en la ciudad de Jerusalén en la época en que nació Jesús. La Biblia describe a Simeón como un «justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel». Además, el texto informa de que el Espíritu Santo estaba sobre su vida (Lucas 2:25).
El evangelista Lucas, registra que el Espíritu Santo había revelado a Simeón que no moriría antes de contemplar con sus propios ojos al Cristo del Señor (Lucas 2:26). Entonces, el día en que Jesús fue llevado al Templo para ser consagrado y presentado al Padre, el Espíritu Santo impulsó a Simeón a ir al Templo de Jerusalén a esa misma hora (Lucas 2:27). Esto fue después del período de purificación de María, que según la Ley era de cuarenta días después del parto (Levítico 12:1-4).
Cuando Simeón se encontró con la familia de Jesús en el Templo, tomó al niño en sus brazos y reconoció que Jesús era el Mesías prometido. De este modo, Simeón alabó a Dios y profetizó sobre el niño Jesús diciendo:
«Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.» (Lucas 2: 29-32).
Luego, dice la Biblia que José y María se asombraron de aquellas palabras, y entonces Simeón los bendijo y dijo a María: «He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma)» (Lucas 2:34-35).
🖊 Nota Importante: El himno de alabanza de Simeón se conoció en la historia del cristianismo como Nunc Dimittis.
¿Presentó Simeón a Jesús en el Templo?
Es frecuente oír decir que Simeón presentó a Jesús en el Templo, y aunque la revelación que recibió Simeón, fue sobrenatural, la Biblia no declara oficialmente que fue Simeón quien hizo la presentación oficial de Jesús al Padre.
En primer lugar, Jesús fue al Templo para ser presentado según la determinación presente en la Ley mosaica que exigía que todo primogénito fuera consagrado al Señor. Incluso en la consagración de los primogénitos se pagaba un rescate, pues los primogénitos que no pertenecían a la tribu de Leví tenían que ser liberados del servicio del Templo.
La consagración del primogénito tenía que ver con la liberación de Israel de Egipto, cuando todos los primogénitos egipcios fueron asesinados mientras que los primogénitos israelitas fueron perdonados (Éxodo 13:1-15; Números 3:11-51; 18:16).
En segundo lugar, teniendo en cuenta este contexto, en ninguna parte del texto bíblico se dice que Simeón ocupara cargo alguno en el Templo. Por tanto, no hay pruebas de que fuera sacerdote ni de que tuviera ninguna relación oficial con el rito de consagración de Jesús. El texto dice simplemente que era un hombre temeroso de Dios que fue impulsado por el Espíritu a ir al Templo para ver el cumplimiento de la promesa divina.
La historia de la profetisa Ana
La Biblia presenta en el Nuevo Testamento a Ana como una mujer devota que en aquella época tenía una edad avanzada. Todo lo que se sabe sobre quién era la profetisa Ana es lo que se recoge en tres versículos del Evangelio de Lucas (Lucas 2:36-38).
Ana era hija de Fanuel y pertenecía a la tribu de Aser. Lucas la identifica como una profetisa que nunca abandonaba el Templo, sino que servía a Dios en ayuno y oración, noche y día. Esto, sin embargo, no significa que Ana viviera en el Templo, pues eso no era posible; sino que estaba constantemente en el Templo adorando a Dios.
Las Sagradas Escrituras también informan que Ana se había quedado viuda después de siete años de matrimonio. En este punto, hay una afirmación difícil de interpretar. El texto dice que Ana «enviudó hacía ochenta y cuatro años» (Lucas 2:37). Esto podría referirse a la duración de su viudez o a su edad.
Por último, según la Biblia, Ana estaba en el Templo en el momento en que Jesús fue llevado allí para su presentación y consagración. Dio gracias a Dios y se dedicó a hablar del niño Jesús a todos los que, como ella, esperaban la redención de Jerusalén.
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