Millones de personas en la actualidad creen que lo que poseen de forma material es absolutamente suyo, sin embargo, cuando nos acercamos a la Palabra de Dios y a su manual de vida «La Biblia«, encontramos que nada es nuestro, sino que todo le pertenece al Señor.
En otro artículo tratamos el asunto de la mayordomía cristiana, ahora, nos enfocaremos en la riqueza del creador, el cual afirma que Él es el dueño del oro y de la plata. Por tanto, si quieres conocer el significado de esta afirmación continúa leyendo.
Decir que Dios es el dueño del oro y la plata significa que es el poseedor soberano de todas las cosas. De esta forma Dios controla soberanamente todas las cosas materiales y espirituales, entregando según su voluntad a los que Él quiere.
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Contenido
Dios es el dueño del oro y la plata
Dios es la fuente de todas las riquezas porque todo le pertenece. En la Biblia, es el propio Dios quien afirma ser el dueño del oro y la plata. Por medio del profeta Hageo, el Señor dice: «Mía es la plata y mío es el oro, afirma el Señor Todopoderoso» (Hageo 2:8).
Hay muchos otros versículos bíblicos que señalan la verdad de que Dios es el dueño del oro y la plata, es decir, de todas las riquezas. En el Salmo 24, por ejemplo, el salmista escribe: «Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan» (Salmo 24:1). En otro lugar, el mismo libro de los Salmos afirma que a Dios le pertenece toda la creación (Salmo 50:10).
Pero, sin duda, el versículo que siempre se recuerda más cuando se habla de que Dios es el dueño del oro y la plata es el que se recoge en el libro de Hageo. En este sentido es interesante entender el contexto en el que el Señor dice: «Mía es la plata, y mío es el oro».
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Que significa que Dios es el dueño del oro y la plata
El Señor se proclamó dueño del oro y la plata en una ocasión muy importante para el pueblo de Dios. El pueblo de Judá había llegado de muchos años de exilio en Babilonia y se le había dado la oportunidad de regresar a la ciudad de Jerusalén para reconstruir el templo.
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Cuando el rey Nabucodonosor conquistó el Reino de Judá e invadió Jerusalén, también destruyó el templo que había sido construido durante el reinado del rey Salomón. Y ahora, el remanente del cautiverio, tenía en sus manos la tarea de reconstruir el templo.
El problema era que aquellos eran días de crisis, en el sentido de que el pueblo ya no gozaba de la condición favorable de otros tiempos. Los días de éxito y gloria experimentados por el pueblo durante prósperos reinados como los de David y Salomón, habían quedado atrás.
La economía inestable, la escasez de recursos, la oposición interna y externa a la reconstrucción del templo y el desánimo general de la nación obstaculizaban gravemente la obra. Pero Dios levantó a profetas como Hageo y Zacarías para animar al pueblo y llamar al arrepentimiento, pues Dios respondería a la fidelidad y obediencia de su pueblo derramando grandes bendiciones sobre Israel.
El líder de la nación en ese momento era Zorobabel, un descendiente de la casa de David. Zorobabel fue comisionado por Dios para dirigir la reconstrucción del templo. Zorobabel también contó con la ayuda de Josué, el sumo sacerdote de la época. Así que fue en ese contexto que Dios dijo a Zorobabel, a Josué y a todo el pueblo: «Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos».
Esto, sin duda, tranquilizó y animó al pueblo a seguir con la labor de reconstrucción. Aquellos que estaban desanimados por el hecho de que el nuevo templo aparentemente no estaría a la altura del antiguo templo construido por Salomón con toda su riqueza, podían ahora descansar en la providencia del Señor.
No disponían de las riquezas que había durante el reinado de Salomón. Pero la obra estaría terminada, porque el propio dueño del oro y la plata estaba involucrado en ella.
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¿Por qué Dios dice que es el dueño del oro y la plata?
Es cierto que algunas personas toman esta verdad bíblica de que Dios es el dueño del oro y la plata y la aplican de forma extraña a los principios bíblicos. Cuando la Biblia dice que Dios es el dueño del oro y la plata, esto no significa una promesa de prosperidad terrenal para el creyente, sino que significa una declaración clara sobre la providencia soberana de Dios.
Dios dice que es el dueño del oro y la plata para cuidar de su pueblo y cumplir sus propósitos. De acuerdo a la voluntad de Dios el primer templo de Salomón fue construido por un estado rico, pero también fue la voluntad de Dios que el segundo templo, posterior al exilio fuera construido por gente pobre.
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Por tanto, es muy significativa la afirmación de que Dios es el dueño del oro y la plata en ese contexto; porque esa afirmación dejaba claro que todo estaba ocurriendo según la voluntad del Señor.
Dios desea que sus hijos sean ricos en espíritu
Si Dios hubiera querido que el segundo templo fuera un edificio tan materialmente espléndido como el construido por Salomón, así habría sido; después de todo, Él es el dueño del oro y la plata.
Pero a Dios le interesaba ante todo enseñar al pueblo la sublimidad de las riquezas espirituales. El esplendor del templo no estaba en el oro de sus paredes y muebles, sino en la presencia manifiesta del propio dueño del oro y la plata.
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Esto también nos enseña que Dios es siempre el garante de los recursos para su obra. Dios es el proveedor en el que los creyentes están invitados a confiar. Cuando el pueblo de Dios confía en Dios, no hay falta de recursos de Dios para el pueblo. El Señor suplió las necesidades del pueblo que había subido del exilio, y se completó la obra de reconstrucción del templo.
Incluso, la gloria de ese segundo templo superó la gloria del primer templo, aunque el templo de Salomón había reunido riquezas incalculables.
Así que, como creyentes debemos orar a Dios y confiar en sus provisiones sabiendo que Él conoce todas nuestras necesidades y nos suple conforme a sus riquezas (Filipenses 4:19).
Si quieres profundizar más sobre la riqueza, en cuanto la diferencia entre el amor al oro y la plata (dinero) y un deseo de superación, te recomendamos el siguiente video.
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